Saturday, March 17, 2007

La hipocresía nuclear de los Estados Unidos

Frida Berrigan
Foreign Policy in Focus
Traducido por Mabel Rivas del Equipo de Traducción de Rebelión y Cubadebate
Las contradicciones entre lo que la administración está exigiendo de Teherán y otras potencias, y la capacidad nuclear que persigue para su propio arsenal, son provocativas y peligrosas.
La administración Bush está muy centrada estos días en el programa nuclear del Irán, atención que se ha agudizado a raíz del informe presentado recientemente por el Organismo Internacional de Energía Atómica de que el Irán sigue enriqueciendo uranio en desafío de lo exigido por una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
"La perspectiva de pensar en un Irán con armas nucleares no es muy agradable para nadie", dijo el vicepresidente Dick Cheney a Jonathan Karl de ABC News en Australia. "Evidentemente podría ocasionar daños significativos, de modo que creo que tenemos que seguir haciendo todo lo que podamos para asegurarnos de que no logren ese objetivo."
Ante la pregunta de si la administración continuaría trabajando por la vía de la diplomacia, el vicepresidente respondió que si bien "hemos venido trabajando con la Unión Europea y por conducto de las Naciones Unidas con las sanciones... el Presidente también ha dejado claro que no hemos descartado ninguna opción sobre el tapete."
En la Casa Blanca, "opciones sobre el tapete" es la frase codificada que significa acción militar. Ha habido muchos reportes de los medios de difusión acerca de los preparativos de los Estados Unidos para atacar al Irán. Empero, la lógica fundamental para ese ataque –impedir que el Irán posea armas nucleares – es sumamente problemática.
Los Estados Unidos no solamente están reforzando sus fuerzas militares en general, sino que incluso está planificando la modernizando de su arsenal nuclear. La hipocresía nuclear de la administración Bush hace que cualquier solución del conflicto con Irán sea mucho más difícil.
Gastos militares de los Estados Unidos
La nueva ronda de retorcimiento de manos con nerviosismo y de belicosidad sobre el naciente pero inquietante programa nuclear del Irán se produce solo unas cuantas semanas después de que la administración Bush anunciara su nuevo presupuesto, que incluía miles de millones para el desarrollo de armas nucleares.
El presupuesto del Departamento de Energía para “actividades relacionadas con armas” exige un total de 6 400 millones de dólares, cifra insignificante en comparación con el presupuesto propuesto de 481 400 millones de dólares del Pentágono. Pero el presupuesto para nuevas armas nucleares es grande y sigue creciendo –incluso en comparación con las cifras de la guerra fría.
Durante la Guerra fría, los gastos en armas nucleares promediaban 4 200 millones de dólares al año (en dólares corrientes). Casi dos décadas después de eliminada la animosidad nuclear entre las dos grandes superpotencias, los Estados Unidos están gastando en armas nucleares una y media veces más que el promedio gastado durante la guerra fría.
En 2001, el presupuesto para las actividades relacionadas con las armas del Departamento de Energía (DOE), encargado de supervisar el complejo de armas nucleares por conducto de la Administración Nacional de Seguridad Nuclear (National Nuclear Security Administration (NNSA), ascendió a 5 190 millones de dólares. Desde que en el “Examen de la Postura Nuclear” ("Nuclear Posture Review") de Bush de enero de 2002 se reafirmó la urgente necesidad de "revitalizar el complejo de armas nucleares" -- "con miras al diseño, el desarrollo, la fabricación, y la certificación de nuevas ojivas en respuesta a nuevas necesidades nacionales; y mantener el grado de disponibilidad para reanudar los ensayos subterráneos"—se ha producido un salto de más de mil millones de dólares en los gastos nucleares.
En la solicitud de los 6 400 millones de dólares de 2008 se incluyen fondos para el "ensayo del concepto de diseño" de dos nuevos diseños de ojivas nucleares que los oficiales esperan desplegar en misiles balísticos intercontinentales lanzados desde submarinos – incluso mientras los buques de guerra de los Estados Unidos se dirigen hacia el Estrecho de Hormuz para amenazar al Irán a fin de que desista de sus planes nucleares.
Costoso, ilegal y peligroso
Un elemento fundamental para revitalizar las armas nucleares es el programa Complex 2030 de la NNSA: "escenario de planificación de la infraestructura para un complejo de armas nucleares capaz de hacer frente a las amenazas del siglo XXI". Es un programa costoso, ilegal y peligroso destinado a la reconstrucción de las instalaciones nucleares construidas hace 50 años en las que se montan y desmontan las armas.
¿Cuán costoso es? El Departamento de Energía estima que el programa Complex 2030 requerirá una inversión de capital de 150 000 millones de dólares. Pero la Oficina de Contabilidad del Gobierno dice que eso es demasiado poco y que ni siquiera basta para financiar el mantenimiento básico de las ocho instalaciones nucleares que en estos momentos son operacionales en todo el país.
¿Por qué es ilegal? El programa Complex 2030 promete volver al ciclo de la guerra fría de diseño, desarrollo y producción de armas nucleares, se corre el riesgo de volver a los ensayos nucleares subterráneos, y podría requerir la fabricación anual de centenares de nuevos fosos de plutonio –que es el “corazón” fisionable de un arma nuclear. Esos planes contradicen directamente los compromisos contraídos en 1968 por los Estados Unidos en virtud de los tratados de "negociar con miras al desarme general y completo."
¿Cuán peligroso es? Cada paso que los Estados Unidos se aleja del consenso internacional sobre la ilegalidad y la inmoralidad de las armas nucleares es un nuevo incentivo y una nueva justificación para que otras naciones traten de conseguir y ostentar armas nucleares.
En un informe de 2006, la comisión independiente de "armas de destrucción masiva" estimó la sombría probabilidad de que hubiera diez potencias nucleares dentro de una década. A finales de enero, el Boletín de los Científicos Atómicos adelantó el minutero de su Reloj del Juicio Final a cinco minutos de la medianoche nuclear, en parte como resultado del "renovado énfasis de los Estados Unidos en la utilidad militar de las armas nucleares."
Al tiempo que los Estados Unidos avanzan hacia su renacimiento nuclear, la amenaza del terrorismo nuclear y ataques nucleares accidentales sigue siendo una prioridad grave pero mal financiada. La administración eleva de vez en cuando el espectro de los terroristas con armas nucleares. Por ejemplo, en febrero de 2004, el Presidente Bush advirtió lo siguiente: "En manos de los terroristas, las armas de destrucción masiva sería a lo que primero acudirían."
Ahora bien, a pesar de su retórica, la administración no ha hecho nada por acelerar sus esfuerzos encaminados a destruir y salvaguardar los materiales sueltos para la fabricación de bombas y armas nucleares, pues ha asignado alrededor de 1 000 millones de dólares anuales a esos esfuerzos cruciales de no proliferación (aproximadamente la misma cantidad que la administración Bush ha venido gastando cada día en el Iraq). A este ritmo, tardará 13 años salvaguardar el material nuclear ruso.
Las contradicciones entre lo que la administración está exigiendo de Teherán y otras potencias, y la capacidad que persigue para su propio arsenal, son provocativas y peligrosas, lo que constituye una forma perniciosa de hipocresía nuclear.
Dick Cheney está en lo cierto – un Irán con armas nucleares no es una perspectiva agradable, y tenemos que hacer algo. Empero, la opción más eficaz es la más difícil de tragar. De conformidad con el Tratado de no proliferación nuclear, los Estados Unidos accedieron al "compromiso inequívoco" de "eliminar" sus arsenales de armas nucleares.
Honrar ese compromiso –y alentar a otros Estados nucleares declarados y no declarados a hacer lo propio—socavaría los argumentos de Teherán acerca de por qué es necesario tener potencia de fuego nuclear. Ah, y entre paréntesis, también haría al mundo sentirse mucho más seguro.
Identificado como: proliferación nuclear, armas nucleares, Irán
* Frida Berrigan es columinista de Foreign Policy In Focus (FPIF) e investigadora asociada de New School.

Dos giras que mantuvieron América Latina en vilo


Aram Aharonian
Telesur
Sin duda, la tardía gira de George W. Bush por América Latina y la llamada contragira de Hugo Chávez, van a dejar muchos aspectos para ir analizando en los próximos meses, en los próximos años. La verdad que si lo tomáramos como un pugilato, las cosas le venían saliendo mal a Bush desde bastante antes de entrar al cuadrilátero.
Ciertamente que es demasiado temprano para hablar de un realineamiento político en la región, pero sin duda la visita "del caballero imperial" Bush (Chávez dixit) creó a los gobernantes latinoamericanos más problemas que la de su homólogo venezolano. Si una imagen vale mil palabras, la imagen de Chávez recorrió las páginas de diarios y revistas, ondas hertzianas y pantallas y al menos compartió de igual a igual con el dueño del mundo.
Pero a veces llaman la atención los festejos de triunfo de sectores de izquierda, porque, sin dudas, detrás de la visita de Bush a Latinoamérica hay una estrategia con múltiples propósitos y con la intención de lavarle la cara al imperio. Antes de salir hacia América Latina, Bush citó en su discurso a Bolívar y Washington, y quiso apoderarse de las banderas tan caras a los movimientos populares.
En su editorial, el diario The New York Times dio irónicamente las gracias al presidente venezolano por haber "forzado a Washington a tener una política más progresista" para América Latina, prometiendo más ayuda social para América Latina en educación, vivienda y salud, aunque sin dar demasiados detalles, algo que criticó la oposición demócrata que lo acusa, por el contrario, de recortar los fondos destinados a la región.
"Parece Colón: está descubriendo la pobreza. La culpa fundamental es del imperio, los modelos económicos, los golpes de Estado. Y ahora viene a hablarnos de democracia, ¿con qué moral?", dijo Chávez en el estadio de Ferro, en Buenos Aires, rodeado de más de 30 mil personas.
No es nuevo este accionar estadounidense: apropiarse de las banderas, de los símbolos, utilizar el mismo vocabulario pero con otro significado (una forma de manipular, de prostituir el lenguaje). Es una necesidad de Washington la de aggiornar su lenguaje, sobre todo cuando le están preparando la alfombra para que comience una administración demócrata. Todos los reportes indican que ha recrudecido la acción de la CIA hacia y en la región y, ¡oh coincidencia! los medios de comunicación comerciales redoblaron sus campañas para tratar de desunir a los latinoamericanos.
Muy probablemente, esta estrategia, similar a la que se trató de implantar cuando el gobierno de John F. Kennedy –con su Alianza para el Progreso-, esta vez llegó tarde.
Tras su abrazo con Bush, Luiz Inácio Lula da Silva, presidente brasileño, recordó que Estados Unidos sigue siendo el principal socio comercial de su país: "Queremos mantener (esta relación histórica), queremos mejorarla, eso sin que abdiquemos de nuestro compromiso mayor, que es todo el proceso de fortalecimiento del Mercosur, la constitución de la Comunidad Sudamericana de Naciones y el proceso de integración que estamos haciendo". Amén.
Desde Washington tomaron ambas giras como una competencia para ganar influencia en la región: mala apuesta. Tom Shannon, jefe de la diplomacia gringa para América Latina, se empeñó en comparar la "agenda positiva" de su país con la política de Venezuela.
Lo cierto es que Chávez capturó más titulares en la prensa americana, que las logradas por Bush con sus tan débilmente sustentadas promesas de invertir más dinero para combatir la pobreza en América Latina, esa pobreza que Washington tanto ayudó a potenciar. Según una encuesta de Zogby Internacional, el 86 por ciento de los miembros de las elites intelectuales y económicas latinoamericanas tienen una mala imagen de Estados Unidos. ¡Y ni les cuento la imagen que tienen las masas!
Más allá del 20% de credibilidad en su propio país, el Departamento de Estado le dio una «ayudita» al difundir burocráticamente el informe anual sobre el respeto de los derechos humanos en el mundo. Este informe es visto -lo reconoce el Miami Herald- como un acto de arrogancia de parte del país que torturó a prisioneros en Abu Ghraib y Guantánamo, invadió y masacró a afganos e iraquíes. La ola de protestas comenzó entre los buenos amigos de Washington como México y siguió con Brasil, que no reconoció la «legitimidad» del documento.
Quizá la alianza entre Estados Unidos y Brasil para la producción de etanol es lo que dio pie a la opción de Chávez a emplearse a fondo en un acto que sin duda disgustó al gobierno estadounidense y quizá, también, a algunos socios del Mercosur. Brasil es el primer productor mundial de etanol, y con Estados Unidos controla 72 por ciento de la producción mundial. Raúl Zibechi recuerda que mientras el etanol estadunidense, producido con maíz, tiene baja productividad y dispara el precio del alimento, la producción de caña de azúcar es cinco veces más eficiente y coloca al sudamericano a la vanguardia mundial en la producción del energético.
Un acuerdo de largo plazo con Brasil permitiría a Estados Unidos tres objetivos centrales: diversificar la matriz petrolera, reduciendo su dependencia de las importaciones de Venezuela y de Medio Oriente; debilitar a Venezuela y a sus aliados, y frenar la integración regional motorizada por los hidrocarburos que había cobrado vuelo en 2006. Este plan reaviva los mismos objetivos que tuvo que aplazar Bush en noviembre de 2005, cuando fracasó el ALCA en la Cumbre de Mar del Plata.
Para no perder el tren, el presidente colombiano Alvaro Uribe ofreció a Bush, convertir a Colombia -tercer productor de etanol en América, después de Brasil y Estados Unidos- en una fuente de biocombustibles. "Tenemos más de seis millones de hectáreas de sabanas en la Orinoquia que podemos conquistar para biocombustibles sin destruir un sólo árbol" señaló. ¿Será que se puede hacer etanol del bagazo de la coca?
Chávez ya había criticado frontalmente el etanol como alternativa al petróleo. «Lo que Estados Unidos pretende es imposible. Para sostener con etanol su estilo de vida habría que sembrar con maíz cinco a seis veces la superficie del planeta Tierra», dijo, tras señalar que la expansión de los cultivos tendrá impacto sobre los alimentos (que serán más caros), sobre los suelos (que se degradarán más por el uso de agroquímicos), a la vez que fortalecerá «la tendencia al monocultivo para alimentar las plantas de etanol». Para Fidel Castro, «la idea de usar alimentos para producir combustibles es trágica, es dramática», ya que «nadie tiene seguridad de adónde van a llegar los precios de los alimentos cuando la soya se esté convirtiendo en combustible».
Estos argumentos coinciden con las críticas de los movimientos sociales, que sostienen que quieren sustituir la producción de alimentos para darle sustento al american way of life: «el actual modelo de producción de bioenergía se sustenta en los mismos elementos que siempre causaron la opresión de nuestros pueblos: apropiación del territorio, de los bienes naturales, de la fuerza de trabajo».
El manifiesto señala que el acuerdo del etanol «es una fase de la estrategia geopolítica de Estados Unidos para debilitar la influencia de países como Venezuela y Bolivia en la región». En suma, se trata de boicotear la integración regional y obras tan importantes como el Gasoducto del Sur.
Joao Pedro Stedile, el dirigente de los Sem Terra, señaló que los movimientos campesinos critican, en primer lugar, el que se pongan genéricamente en relación energía y vida (bio), porque es manipular un concepto que no existe y debiera reemplazarse por el de agrocombustible. Dijo que admiten que el agrocombustible resulta más adecuado para el medio ambiente que el petróleo, lo que no altera la esencia del reto al que se ve enfrentada la humanidad: el modelo actual de desperdicio energético y de transporte individual debe ser substituido por un modelo fundado en el transporte colectivo (tren, transporte suburbano, etc.).
El problema no es ni Bush ni Estados Unidos. Ellos hacen su juego, como siempre lo hicieron. Con el proyecto del etanol emerge una nueva-vieja alianza: la de las elites globales, que se expresa en algunos gobiernos de la región.
Entre los principales promotores de la Comisión Interamericana de Etanol, lanzada en diciembre, figuran dos personajes claves: Jeb Bush, ex gobernador de Florida, a quien muchos acusan del fraude electoral que facilitó el acceso de su hermano a la presidencia en 2000, y el brasileño Roberto Rodrigues, presidente del Consejo Superior de Agronegocios de San Pablo y ex ministro de Agricultura en los primeros cuatro años del gobierno de Lula, el hombre del agrobusiness en el gobierno brasileño, que está dispuesto a deforestar la Amazonia y a expulsar a millones de campesinos de sus tierras para acelerar la acumulación de capital.
Richard Nixon, cuando visitó América Lapobre, se llevó un enorme escupitajo en la cara. Bush prefirió fortísimas medidas de seguridad y el aislamiento para evitar esta clase de manifestaciones populares.
Mientras, Chávez dio la vuelta a media Latinoamérica y el Caribe, estrechó lazos, firmó acuerdos, socializó abrazos y aprovechó la competición que marcaba la agenda hecha en Washington para dejar en claro que hace falta muchísimo más que una gira de un presidente que ya se está yendo para desunir lo que tanto nos está costando construir.